Miedo.

Ayer alguien me preguntó: ¿tienes miedo?
Sin titubear respondí que sí.
Y es que, el miedo, no respeta edades ni posiciones sociales.
Hay quienes guardan el miedo en su bolsillo para que nadie lo vea.
Hay quienes lo llevan colgando en su cuello como un accesorio del diario.
Algunos lo toman de la mano para que no se les confunda con el de otros.
Y el mío, ese es único.
El mío duerme a mi lado,
me arropa por las noches
y me canta canciones de cuna para
que logre conciliar el sueño.
El mío me acaricia por las tardes
cuando veo que la luna no aparece.
Mi miedo respira por mi cuando
mis pulmones no pueden más.
Me arrastra las sábanas y las eleva como fantasmas para hacerme sonreír en las noches de dolor.
Mi miedo me consuela desde que se vislumbran los relámpagos y hasta que cae la lluvia.
Se aprende mis horas de penumbras y predice mis lágrimas.
Mi miedo se ha quedado con mi futuro en sus manos y me ha anticipado que el amor no llegará.
Claro que tengo miedo,
es lo único que tengo.