El año más difícil para todos, el año más lleno de tristeza, en cada país hay un silencio sepulcral, un luto que se lleva en el corazón. Quién iba a pensar que llegaría a nuestro mundo una pandemia que sacudiría cada vida tocada, cada familia.
Éste año no fue llovizna, es tormenta, queremos regresar el tiempo, aprovechar los momentos con nuestra familia. Volver a abrazarnos, salir a un café sin temor a enfermar. Queremos vernos las sonrisas, queremos saludar al vecino de mano.
Para mí no fue la excepción, este año me ha retado enormemente, mi salud se vino abajo al iniciar la pandemia de una forma terrible. Eran los últimos días de marzo y primeros de abril cuando comencé con faltas de aire. El tener asma me hizo pensar que era una crisis más. Pero las faltas de aire se hicieron más y más. Después, dolor en el pecho, en la espalda.
No podía ser, pensé. Fui con cuatro neumólogos los cuales me dijeron tenía COVID. Pero en mi ciudad había pocos casos, no podía ser yo uno de esos primeros pocos casos. La prueba PCR salí negativa pero seguían diciéndome que tenía COVID. Pasó un mes, dos, tres, seguían las faltas de aire, algunas veces pocas, las crisis, el llanto por no poder respirar y saber tan poco del nuevo virus. No quería internarme porque sabía que me intubarian y no saldría viva. Tenía el sistema inmune suprimido por mis otras patologías.
Poco a poco fui mejorando, el medicamento, las oraciones de mi madre, de mis amigos, el apoyo de mi familia, la misericordia de Dios. Todo fue un gran soporte. Tuve unas ganas inmensas de seguir viviendo. No sé con certeza si fue o no fue COVID, pero sé que estoy de pie, aún sin recuperarme en totalidad pues tengo dificultad en los pulmones y tos, a los casi 7 meses continúo con leves problemas respiratorios y tratamiento.
Deseo que pronto termine este infierno para todos. Que en el camino no perdamos más gente.
El año de aprendizaje más duro, el año que nos hemos tatuado la palabra resiliencia en el corazón.